Entre los proyectos que guardo en mi agenda, hay uno muy pensado; escribir un libro con un tema único:
LAS ENSALADAS.
De momento aquí dejo algunas reflexiones, para ir haciendo boca.
De entre todas las especialidades de la cocina, las ensaladas ostentan un lugar privilegiado, por varias razones.
Primero y principal, gustan a todo el mundo. Y además de nutritivas, pueden ser ligeras y tan completas como queramos.
Pueden ser frías o tibias; admiten elementos del mar, de la tierra o del aire. Mariscos y pescados, hortalizas y verduras, aves y otras carnes.
Y las pastas, y las frutas, y el pan, y.....
Para aliñarlas, aceites de mil procedencias y ácidos como la naranja, el pomelo, la lima y el limón, y los vinagres. Atrévase con la mostaza y monte sus propias salsas dependiendo de sus gustos y de la estación del año.
Y las hierbas y las especias, para darles un toque de gracia.
Pero, de estas últimas, no todas conjugan entre sí. A modo de ejemplo, el berro y el perifollo no se llevan bien. Ni el tomillo y la acedera. Tampoco hacen buena pareja, la mejorana y el tomillo, ni el tomilo y el orégano. El anís, la nuez moscada y el enebro no hacen buenas migas, ni el laurel y el apio, ni el clavo y el ajo.
¿Quién da más? Con tal diversidad, ¿quién no se siente creativo?